Plaza Armenia, letras piriapolis

Piriapolis, mi lugar en el mundo

La primera vez que fui a Piriápolis fue con mi madre, cuando tenía apenas 5 años. En esa época, salir de mochilero con amigos estaba de moda, y aunque el plan original era hacer dedo, viajar con un niño pequeño cambió un poco las cosas, así que terminamos yendo en COT.

Primeros recuerdos

Mi primer recuerdo de Piriápolis es su centro iluminado de noche, con las luces de los comercios reflejándose en la playa. Esa primera vez acampamos directamente en la arena, junto al muro de la rambla, y pasamos la noche ahí. Al día siguiente, pasamos todo el día en la playa. Mi madre amaba el mar, y Piriápolis tiene la playa perfecta para ir con niños. Fue un día tan increíble que, más de 30 años después, aún lo tengo grabado con total claridad.

A lo largo de los años, volví muchas veces a Piriápolis, aunque de manera esporádica. Recuerdo una excursión con compañeros de trabajo del Hospital de Clínicas, donde mi madre trabajaba. Subimos en las aerosillas al Cerro San Antonio, porque mi madre prefería no subir en el ómnibus. También visitamos la Fuente de Venus, el Cerro del Toro y el Castillo de Piria. En otras ocasiones, fuimos en el fitito de mi padre, casi siempre por el día, y pasábamos horas en la playa comiendo mucho helado.

Mi madre, su amiga y yo caminando por la rambla de Piriapolis entre 1989 y 1990.

Un día, caminando por la rambla con mi madre y su amiga, sentí que Piriápolis era el mejor lugar del mundo. Pero cuando llegó la adolescencia y mis primeros años de juventud, dejé de visitarlo durante mucho tiempo. Hasta que, un día, con Inés, mi novia de entonces, decidimos ir a acampar un fin de semana. Ella sugirió Piriápolis, y así fue como volví a reencontrarme con ese lugar mágico.

Después de muchos años, volví a Piriápolis y me enamoré de nuevo, como si fuera mi primer amor. Nos quedamos en el camping frente a la terminal y lo pasamos genial. Al regresar a Montevideo, empecé a investigar sobre Francisco Piria y la historia del balneario, lo que solo aumentó mi fascinación. Inés me prestó el libro Asesinato en el hotel de baños, y eso alimentó aún más mi conexión con el lugar.

La siguiente vez que volví, la sensación fue completamente distinta. Sentía que hasta el aire tenía algo especial, algo místico que me envolvía. Ya no solo era el mejor lugar del mundo para disfrutar de la playa, sino que se había convertido en mi lugar en el mundo.

Piriapolis en invierno también tiene magia y desde el Argentino, más. Invierno 2013

En invierno de 2013, tras unos días maravillosos en verano, las ganas de volver eran tan fuertes que, esta vez con Caro, la madre de mi hijo, decidimos ir incluso fuera de temporada. Nos quedamos en el Argentino Hotel. Fue la primera de muchas veces en las que, a pesar del precio, la mística del Argentino nos atrapó. En marzo de 2019, decidimos que Rodrigo, nuestro hijo, tenía que conocer Piriápolis. Tenía apenas 3 meses y medio, pero disfrutó mucho del viaje y de la piscina. Desde entonces, volvimos muchas veces más.

Cuando en noviembre de 2019 me compré un auto, las visitas se hicieron más frecuentes. Ya no solo íbamos por un fin de semana; muchas veces, simplemente íbamos por el día. Con auto, todo es más fácil, puedes recorrer más lugares con comodidad.

Sé que para muchos puede sonar extraño manejar desde Montevideo hasta Piriápolis solo para pasar unas horas tomando sol en el puerto, tomar un café y luego volver. Pero para mí no hay nada raro en eso. Piriápolis es mi lugar, mi casa.

Espero que el futuro me mantenga siempre cerca de Piriápolis, y quizás, algún día, pueda cumplir el sueño de retirarme y vivir allí.

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